San Telmo






Absorber la ciudad de Buenos Aires era parte de mi itinerario planeado con anticipación y también vivido por intuición.

Al llegar a la feria de antiguedades de San Telmo, ví una amalgama de ofertas sui géneris: botellas vacías de medicamentos como jarabe de heroína, cuchillas grabadas con gráficos de rinocerontes, long plays del grupo musical "Los Shakers" contemporáneos a "The Beatles", porta cubiertos de plata, estolas con hilos de oro, ¡baratísimas! Las compras no eran la prioridad en aquel momento, no para una mochilera.

Ese domingo, ví cómo la feria se centraba en una plaza que aglutinaba a los vendedores con sus puestos decorados con paredes de plástico. Puede ser que la analogía que voy a hacer no sea la más apropiada, pero San Telmo me recordó a la Plaza de los ponchos de Otavalo-Ecuador debido al movimiento comercial y el espacio físico.

Preguntar por los precios era apenas el principio de las conversaciones con el pensar argentino. ¡Cuánta amabilidad y predisposición para una plática!

Al seguir caminando, mis oídos reconocieron al instante aquella melodía. Se trataba de un hombre barbado entonando con su guitarra clásica "El concierto de Aranjuez" frente a nosotros.

Abandonamos la feria para ir al departamento, tomar nuestro equipaje y emprender una nuevo viaje. Pocas horas más tarde estábamos en la terminal de ómnibus Retiro de BA con destino a Puerto Iguazú (lado argentino), el trayecto era cortísimo, 20 horas nada más.

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