La cultura en las políticas culturales y la gestión cultural
Figura 1. Obra de teatro sobre el río Guayas (Guayaquil, Ecuador). Autoría propia. (2014).
« Así pues, la concepción
universalista y comprensiva de la cultura practicada por la antropología (todo
es cultura) no resulta operativa desde la perspectiva del estudio de la cultura
como tal y todavía menos desde la perspectiva de los que pretenden actuar con
la cultura y mediante la cultura –como en la política cultural.» A partir de esta concepción de Teixeira considero
significativo desmitificar la idea de cultura como un contenedor y más bien
resaltar que es una herramienta práctica en las políticas culturales cuyo
objetivo es el desarrollo humano apuntando al desarrollo sostenible. Coincido
con Teixeira al inclinarse por « la cultura como proceso, no como un objeto
sino como una actividad, ésta es la idea clave. » Despojar a la cultura de esa
“universalidad” manifestada por Taylor (1871) no implica irse al extremo
particularista de la “Kultur” promovida
por algunos autores alemanes del siglo XVIII dando a entender que una cultura
es mejor que otra, sino especificar de qué manera la cultura sirve – en una
suerte de carácter pragmático- para los estudios y la práctica de la política
cultural.
Ver a la cultura como algo
que lo abarca todo es caduco. Concebir a la cultura como algo en movimiento, guarda
congruencia con lo que indicaba Teixeira « (…) la noción contemporánea de
acción cultural es coincidente con la visión más amplia de la cultura como acción:
el objetivo de la acción cultural (la meta de toda política cultural) es la
creación de condiciones para que las personas inventen sus propias metas.» Y con metas capaces de permitir la ampliación
de la esfera de presencia del ser y no su paralización. En la praxis, es difícil que esto último
ocurra, pero acorde con Teixeira, para esa ampliación del ser es necesario la
capacidad crítica (lo que lo nutre o lo que lo retrasa). La tendencia
decimonónica de imaginar a la cultura como algo invariable, se fractura con el
análisis crítico que Teixeira hace sobre aquellas descripciones culturales que
proponen algunos estudios desde la antropología, etnología y sociología. No se
debe reducir a la cultura tan solo como algo que se capturó en determinado
momento, se analizó con un método determinado y debe perpetuarse. En su lugar,
me inclino por estudiar a la cultura como acción con objetividad como señalaba
Teixeira analizando la propuesta de Malinowski sobre el análisis de la cultura
en el presente y no desde el pasado.
Es interesante contrastar
el habitus (perseverar en el ser) que
propone Pierre Bourdieu por un lado y por el otro, lo que plantea Montesquieu
acerca de ampliar la esfera de la presencia del ser, y aunque son posturas
contrarias, sin el habitus que
delimita la presencia del ser, éste no podría ser ampliado. Por ello, la
reflexión de Teixeira conduce a que el engrandecimiento del ser tiene más peso
que mantener las cosas como están. Bajo este escenario, aparece una alternativa
para extender el ser: la universidad y el arte como otro recurso para tal
propósito.
En la actualidad, una de
las acepciones de la cultura que más se ha tomado en cuenta es la de la cultura
como nexo social. En estos tiempos posmodernos también se ha llegado a un punto
en el que la sociedad civil –desencantada del Estado y sus instituciones-
quiere organizarse por sí misma con el fin de forjar cambios, tomar acciones en
lo cultural. Pero debe existir la posibilidad de organización de ciudades con la
decisión de las autoridades locales para un trabajo mancomunado y, gracias a una cierta presión de la sociedad civil, generar propuestas
culturales que conduzcan a acciones puntuales.
De todas formas, el pensamiento de Teixeira apunta
a lo que se requiere para la política cultural en este enunciado: « El
conocimiento del debido papel que debe atribuirse a las estructuras de
mantenimiento y a las iniciativas de renovación es fundamental en la política
cultural. » Por eso, un paradigma de un programa de acciones que sirve como una plataforma para
compartir diversas experiencias es el documento “Cultura 21: Acciones” de la Organización Mundial de Ciudades y Gobiernos Locales Unidos (CGLU). Uno de los objetivos del documento es «Potenciar el papel de las ciudades y los gobiernos
locales como instancias de elaboración e implementación de políticas con y para
los habitantes. ».
En la introducción del
documento es clara la visión participativa que la ciudadanía debería tener en
relación al gobierno local: «El desarrollo sostenible se experimenta a nivel
local y requiere de espacios y procesos para la participación ciudadana, el
debate y la toma de decisiones. Los gobiernos locales tienen una posición
privilegiada para fomentar activamente el debate democrático. Los gobiernos
locales pueden activar espacios y fomentar procesos para que los ciudadanos
ejerzan sus derechos, amplíen sus capacidades, protagonicen el presente y
decidan el futuro. » Es evidente también que aquí hay un señalamiento de una
“posición privilegiada”, pero allí es donde la sociedad civil podría intervenir
–tal vez sirviéndose del conocimiento adquirido en la academia y de un
conglomerado- para hacer que prevalezcan sus necesidades desatendidas con
respecto a lo cultural. En este texto danzan juntos la cultura, la
ciudadanía y el desarrollo sostenible, este último es apoyado
totalmente por Teixeira, y que no es nada nuevo considerando que “Cultura 21:
Acciones” es un complemento de la Agenda 21 de la cultura, aprobada en el año
2004 por Ciudades y Gobiernos Locales Unidos”.
Dentro del documento
“Cultura 21: Acciones” existen compromisos que han aspirado a responder a las
necesidades de muchas organizaciones involucradas. En estos compromisos hay
nueve secciones, de las cuales hay una que se alinea con las políticas
culturales locales denominada la “Gobernanza de la cultura”. Las dimensiones que expresa esta gobernanza
son tres: la gobernanza multi-actor, la gobernanza transversal y la gobernanza
multinivel.
Sería interesante
contrastar la idea de la gobernanza de la cultura con un caso puntual en
Latinoamérica. En una entrevista realizada a la colombiana Marta Bustos,
gestora cultural y escritora para niños acerca de su posición frente a
instancias de poder y a su experiencia dirigiendo organizaciones en el campo
cultural en la ciudad de Bogotá, se pudo abordar su trabajo de investigación
sobre las intervenciones en las políticas culturales del país e incluso ciertos
absurdos y barreras de género que ha observado en su trayectoria.
Ese relato se inicia con un recuerdo de Bustos al mirar un archivo de prensa de 1986 que exaltaba que Colcultura (El Ministerio de Cultura de la República de Colombia) finalmente tenía a un hombre en su directiva. Posteriormente, Bustos se sitúa en una carta constitucional que manejó un lenguaje común para los gestores culturales pero tal vez no incluyó a agrupaciones tradicionales de ese país y allí se enfrentó a una realidad: debía trabajar con formatos caducos para tiempos posmodernos, es decir procurar un cambio de mentalidad arraigada aún a instituciones y modelos coloniales. En su experiencia como Secretaria de Cultura de Bogotá menciona que algo beneficioso para dejarla trabajar sin tanta presión política fue el hecho de no exigir militancias en su nivel técnico, este factor sumado a los pocos recursos económicos en las arcas públicas del sector cultural, hicieron menos atractivo el control e intervención de la política tradicional. Pero más allá de esta particularísima escena, la funcionaria lo que sí deja claro y desde su visión es que no existe la política cultural. « La cultura y el arte, siempre son políticos, cosa que es diferente, entonces al hablar de políticas culturales, lo que hago es política social cultural. Esto de la política cultural, me suena a manipulación, me hace ruido en la oreja, me parece que la intervención estatal en el campo cultural debe ser entendida, en primer lugar, como la gestión de un bien público y, en segundo lugar, como un rol de equidad y justicia social. ».
Ese relato se inicia con un recuerdo de Bustos al mirar un archivo de prensa de 1986 que exaltaba que Colcultura (El Ministerio de Cultura de la República de Colombia) finalmente tenía a un hombre en su directiva. Posteriormente, Bustos se sitúa en una carta constitucional que manejó un lenguaje común para los gestores culturales pero tal vez no incluyó a agrupaciones tradicionales de ese país y allí se enfrentó a una realidad: debía trabajar con formatos caducos para tiempos posmodernos, es decir procurar un cambio de mentalidad arraigada aún a instituciones y modelos coloniales. En su experiencia como Secretaria de Cultura de Bogotá menciona que algo beneficioso para dejarla trabajar sin tanta presión política fue el hecho de no exigir militancias en su nivel técnico, este factor sumado a los pocos recursos económicos en las arcas públicas del sector cultural, hicieron menos atractivo el control e intervención de la política tradicional. Pero más allá de esta particularísima escena, la funcionaria lo que sí deja claro y desde su visión es que no existe la política cultural. « La cultura y el arte, siempre son políticos, cosa que es diferente, entonces al hablar de políticas culturales, lo que hago es política social cultural. Esto de la política cultural, me suena a manipulación, me hace ruido en la oreja, me parece que la intervención estatal en el campo cultural debe ser entendida, en primer lugar, como la gestión de un bien público y, en segundo lugar, como un rol de equidad y justicia social. ».
En resumen, la cultura en su contexto de estudios de
política y gestión cultural de estos tiempos, es aquello –una creación- una
herramienta, una acción que conduce a un individuo o colectivo a un desarrollo
sostenible, no superficial, de sí mismo en un tiempo presente. Dentro de esta dinámica – a veces de
conflicto- existen motivaciones que buscan ser certificadas por alguna vía legítima
que les otorgue espacio. Dicho de otro modo, la cultura es un
proceso, no un fin.
Bibliografía
y referencias:
Teixeira, J. (2004).
El concepto de cultura en la política
cultural. Universitat Oberta de Catalunya. Barcelona.
Agenda 21 de la cultura. Ciudades y Gobiernos Locales Unidos.
Cultura 21: Acciones. (2015).
Recuperado de http://www.agenda21culture.net/es/documentos/cultura-21-acciones
Bustos,
M. (2018). De la gestión y la política cultural. Conversación con Clarisa Ruiz
Correal. Estudios Artísticos, 3 (3), 85-97. Recuperado de http://revistas.udistrital.edu.co/ojs/index.php/estart/article/view/12530
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